miércoles, 27 de enero de 2010
LAS INVASIONES PIRATAS
Las Invasiones inglesas fueron una serie de expediciones británicas que atacaron a las colonias españolas del Río de la Plata a principios del siglo XIX.
Estos eventos significaron la incorporación de la región a las Guerras napoleónicas, conflicto que enfrentaba a las dos potencias dominantes de la época, el Reino Unido y Francia. La guerra entre el Reino Unido y el Primer Imperio francés otorgaba a los vastos territorios hispanos en América un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido, que se hallaba por entonces en plena Revolución industrial.
Se distinguen dos invasiones:
la Primera Invasión Inglesa de 1806, en la que las tropas británicas ocuparon la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, para ser vencidas 45 días después por un ejército proveniente de Montevideo comandado por Santiago de Liniers, al que se sumaron milicias populares porteñas, en un proceso conocido como la Reconquista.
la Segunda Invasión Inglesa de 1807, en la que las tropas británicas, luego de tomar Montevideo, fueron rechazadas cuando intentaron ocupar Buenos Aires, por las fuerzas defensoras, que se componían no sólo de las tropas oficiales al servicio del rey español, sino también de numerosas milicias urbanas, integradas por la población nativa a quienes se había armado y organizado militarmente durante el curso de las invasiones; el proceso es conocido como la Defensa.
La resistencia del pueblo y su participación activa en la Reconquista primero y al año siguiente en la Defensa, aumentó el poder y la popularidad de los líderes criollos e incrementó la influencia y el fervor de los grupos independentistas. Paralelamente, quedó en evidencia la incapacidad de la metrópoli española de defender a sus colonias en el contexto de los conflictos internacionales de la época. Estos motivos convierten a las Invasiones inglesas en uno de los catalizadores de la causa emancipadora en la Argentina y gran parte de Hispanoamérica.
La cultura argentina ubica a la Reconquista y la Defensa de Buenos Aires ante las Invasiones inglesas en un lugar relevante como antecedente inmediato de la Revolución de Mayo de 1810 que dio inicio al proceso de Independencia de la Argentina. Durante su curso, por primera vez prevaleció la voluntad del pueblo por sobre el mando del Rey de España, cuando mediante el cabildo abierto del 10 de febrero de 1807, los vecinos de Buenos Aires depusieron al virrey designado por el rey, para elegir al francés Santiago de Liniers en su lugar. Asimismo, la creación en esa ocasión del Regimiento de Patricios, como milicias populares voluntarias, y la elección por parte de los propios milicianos del potosino Cornelio Saavedra -futuro presidente de la Primera Junta patria- como jefe del cuerpo, sentó la bases de un ejército patriota capaz de alzarse contra las tropas realistas. La participación popular en la lucha armada es tradicionalmente representada con la imagen de los habitantes de Buenos Aires arrojando aceite hirviendo sobre los invasores desde los techos de las casas.
Estos hechos se desarrollaron en un contexto histórico más amplio, de disputas territoriales en la región, entre el Reino Unido, el Imperio español, Portugal, Francia y más tarde los Estados Unidos, en un período que se extiende desde la fundación de Colonia del Sacramento en 1680, hasta el reconocimiento por parte del Reino Unido de la independencia de Buenos Aires con la firma de un tratado de paz y comercio en 1824, luego de la declaración de la Doctrina Monroe. Estos tratados no evitarían la Invasión inglesa a las Malvinas en 1833.
Antecedentes
La expansión española sobre los territorio de la cuenca del Plata fue una empresa lenta, alentada más por la necesidad de impedir que los portugueses pudieran alcanzar las riquezas del Alto Perú por vía fluvial desde el Atlántico Sur que por las posibilidades de explotación económica de una región sin minas. No sería hasta la fundación de Colonia del Sacramento, en 1680, que el Río de la Plata cobraría real importancia estratégica para la economía y la política internacional.
El Tratado de Utrecht, del 11 de abril de 1713, puso fin a la Guerra de Sucesión Española, que se había desatado en 1702 tras la muerte de Carlos II. La serie de acuerdos firmados entre las potencias europeas había otorgado a Inglaterra la concesión del envío de un barco anual a las Indias Occidentales españolas (navío de permiso) y el asiento de negros, monopolio de treinta años para el tráfico de esclavos negros con estos territorios. La reina Ana transfirió estas concesiones a la Compañía del Mar del Sur (en inglés, The South Sea Company) por 7.500.000 libras para financiar la deuda que había dejado la guerra. La especulación económica que se generó alrededor del comercio con las colonias españolas en Sudamérica hizo que los títulos de la empresa se multiplicaran por nueve en el primer semestre de 1720. Esta burbuja económica conocida como la Burbuja del Mar del Sur fue una de las crisis bursátiles más devastadoras de la historia del capitalismo.
Esta institución estableció uno de sus mercados más importantes en la barranca del Retiro, en Buenos Aires. Los buques que transportaban esclavos hacia el Plata permitían el intercambio ilegal de manufacturas por los productos primarios de la región: cuero, tasajo y sebo.
La primera expedición militar británica que llegó a la región lo hizo en el marco de la Guerra de los Siete Años. En enero de 1762 España se involucró definitivamente en este conflicto entrando en guerra con Inglaterra y Portugal. En octubre del mismo año, Pedro de Cevallos volvió a ocupar Colonia del Sacramento. Poco después, una flota anglo-portuguesa compuesta por diez barcos y más de mil hombres fue enviada con la orden de tomar Buenos Aires, pero fue vencida al intentar retomar Colonia.
[editar] El Virreinato del Río de la Plata
Artículo principal: Virreinato del Río de la Plata
La fundación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, fue una medida de carácter estratégico militar con fuertes implicaciones económicas. Carlos III se vio presionado por el avance portugués sobre el Río de la Plata, las sucesivas expediciones británicas y francesas sobre las costas de la Patagonia y la necesidad de blanquear las operaciones ilegales en el puerto de Buenos Aires, alentadas por el monopolio comercial que el Virreinato del Perú otorgaba a Lima.
Mientras en toda América y Europa se esparcían las influyentes ideas relacionadas con la Independencia de los Estados Unidos, la Revolución francesa y las políticas liberales del gobierno del Reino Unido, España continuaba con su política colonial conservadora. Dado que España prácticamente carecía de factorías, era incapaz de absorber los productos procedentes de sus colonias, desfavoreciendo así al desarrollo económico de los virreinatos americanos. El principal interés estaba colocado sobre la extracción de metales preciosos, con los cuales la metrópoli financiaba sus guerras y alianzas. En cambio, Inglaterra transitaba el camino hacia la industrialización y, por tanto, crecía allí la demanda de productos primarios. Dadas las numerosas restricciones aduaneras que se imponían en los puertos sudamericanos y la inexistencia de actividad minera en la región del Plata, el contrabando se convirtió rápidamente en la base del comercio de una región cuya actividad económica principal era la ganadería.
La supresión del monopolio del tráfico de Indias en 1778 que había privilegiado hasta entonces a la Casa de Contratación de Indias de Sevilla y posteriormente Cádiz, por un lado intentó destruir por completo la plaza comercial portuguesa de Colonia del Sacramento, tras el resultado incierto de la ocupación española en el mismo año de su fundación. Por otro lado, si bien esta medida no logró contener el contrabando, sería un antecedente para el crecimiento económico de la capital virreinal: sólo entre 1800 y 1807, los ingresos del Cabildo se multiplicaron por catorce.
En 1797, por orden de Carlos IV, el virrey Antonio Olaguer y Feliú autorizó el comercio con países neutrales, debido a las dificultades en el comercio con España a causa de las hostilidades crecientes en Europa y al creciente dominio inglés de los mares. Esto ubicó al Río de la Plata en las rutas del comercio internacional, atrayendo numerosas naves estadounidenses e impulsando el aumento de la presencia británica en la economía porteña. De manera intermitente, el comercio con Gran Bretaña pasaba de la legalidad a la clandestinidad, de acuerdo a las relaciones cambiantes entre la península y aquella nación. Las autoridades virreinales, en ocasiones, fomentaron este tipo de actividad en lugar de prevenirla mediante funcionarios corruptos. Este comercio contribuyó al surgimiento de la élite de comerciantes porteños que pronto enviaron a sus hijos a estudiar a Europa, desde donde pronto traerían ideas revolucionarias.
[editar] Las Guerras Napoleónicas
Artículo principal: Guerras Napoleónicas
Batalla de Trafalgar, J. M. W. Turner (1806)La llegada al poder de Napoleón en 1799 y su proclamación como Emperador en 1804 alteró las relaciones internacionales y renovó la alianza española con Francia. La presión de Napoleón sobre Carlos IV vio como fruto la restitución de Manuel de Godoy en el poder, quien declaró en 1802 la guerra al reino de Portugal, principal aliado del Reino Unido en el continente.
La batalla de Trafalgar, en 1805, puso de manifiesto el fin de tres siglos de supremacía naval de la Armada Invencible, lugar que pasaría a ocupar la flota británica. Asimismo, este resultado minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio.
Las guerras napoleónicas también repercutieron en el Plata. Desde los inicios de la Conquista de América, Inglaterra se había interesado en las riquezas de la región.
La Paz de Basilea, en 1795, puso fin a la guerra entre España y la Revolución francesa. En 1796, por el tratado de San Ildefonso, España se alió con Francia, que estaba en guerra con Inglaterra, abriendo así la brecha que justificaría la actuación militar de Gran Bretaña, que buscaba obtener mayor influencia sobre las colonias españolas.
[editar] El bloqueo continental napoleónico
Artículo principal: Bloqueo Continental
A comienzos del siglo XIX, el Reino Unido se encontraba en plena revolución industrial, lo que la convertía en la economía más productiva de toda Europa, posicionándose con fuerza como exportadora de productos manufacturados. Poco menos de la mitad de estos productos tenían como destino el mercado europeo continental. Tras el rotundo fracaso militar que significó para Francia y España la Batalla de Trafalgar el 21 de octubre de 1805, Napoleón Bonaparte optó por la estrategia de la guerra económica.
En noviembre de 1806, poco después de que Francia conquistara o se aliara con cada una de las potencias del continente, desde la Península Ibérica hasta Rusia, Napoleón promulgó el Decreto de Berlín, prohibiendo a sus aliados y a los países conquistados cualquier tipo de relación comercial con Gran Bretaña. Esta medida volvió a alentar las necesidades del Reino Unido de consolidar y asegurar sus intereses en el Nuevo Mundo.
[editar] Política británica relacionada con Sudamérica
William Pitt, primer ministro del Reino UnidoEn 1711, el gobernador de las Bermudas, John Pullen, envía una carta al ministro Robert Harley, conde de Oxford, diciéndole que “el Río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa”.[1] A partir de entonces, una serie de planes de ocupar Buenos Aires y otras ciudades sudamericanas fueron propuestos, pero se vieron frustrados por diversas circunstancias.
El fin de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, en 1783, tuvo un gran impacto en Gran Bretaña. En ese mismo año, William Pitt el Joven asumió como Primer Ministro del Reino Unido. Bajo su administración, que coincidió con los inicios de la Revolución industrial, Pitt apuntó a la consolidación del comercio exterior y en lugar de buscar nuevas colonias procuró abrir nuevos mercados. Esta política se veía severamente perjudicada por las trabas que imponía España y las alianzas cambiantes entre las potencias europeas. Por lo tanto, la independencia de las colonias españolas en América pasó a ser un tema central de la administración Pitt.
En 1789 la guerra entre Gran Bretaña y España parecía inminente tras el incidente del Estrecho de Nutka. El revolucionario venezolano Francisco de Miranda aprovechó la ocasión para presentarse ante Pitt con su propuesta para liberar la América Hispana. Miranda soñaba con emancipar los territorios del Nuevo Mundo bajo dominio portugués y español y convertirlos en un gran imperio independiente gobernado por un descendiente de la Casa de los Incas. El plan presentado en Londres solicitaba la asistencia del Reino Unido y los Estados Unidos para ocupar militarmente las principales ciudades sudamericanas, asegurando que el pueblo recibiría a los británicos cordialmente y que se apresurarían a organizar gobiernos soberanos. A cambio, de esta ayuda, el Reino Unido obtendría los beneficios del intercambio comercial sin restricciones y el usufructo del Istmo de Panamá, con el fin de construir un canal para el paso de navíos. Pitt aceptó la propuesta y comenzó a organizar la expedición.
Francisco de MirandaLa Convención de Nutka en 1790, puso fin a las hostilidades, con lo cual la misión fue cancelada. Según los términos de este tratado, el Reino Unido reconocía la soberanía hispana en los archipiélagos del Atlántico Sur próximos al continente americano a cambio de asentarse en la “Isla de Quadra y Vancouver”. Así, los colonos británicos que se habían establecido hacía unos años en las Islas Malvinas abandonaron el archipiélago.
En 1796 el gabinete de Pitt elaboró un nuevo plan de intervención en Sudamérica en respuesta a la decisión de España de aliarse a Francia. Pero la pérdida de Rusia y de Austria como aliados puso a Gran Bretaña en una situación más comprometida frente a los inminentes ataques de las flotas navales francesa, española y holandesa, por lo que el proyecto tuvo que ser abandonado.
El 5 de octubre de 1804, cuatro buques británicos interceptaron en las proximidades de Cádiz a una flota española de cuatro fragatas cargadas con oro y plata del Alto Perú. El botín, valuado en unos dos millones de libras fue enviado a Londres. En este contexto, Pitt dio a conocer el plan de Miranda al comodoro Sir Home Popham, quien se convertiría en un entusiasta del asunto de Sudamérica. El 14 de octubre, Popham y Miranda presentaron a Pitt un memorándum que contenía detalles específicos para liberar Sudamérica y del cual Popham se valdría en 1806 para solicitar tropas para atacar Buenos Aires.
Ante la indecisión de Pitt para autorizar un ataque al Río de la Plata, a mediados de 1805 Popham se alistó en una expedición que tenía como objetivo la captura del Cabo de Buena Esperanza, en el extremo sur de África. Pitt le ordenó abandonar el plan de conquista de América del Sur por el momento.
[editar] Primera Invasión a Buenos Aires
[editar] Preparativos para la defensa
La Plaza de Mayo fue tomada por las tropas británicas en 1806Hacia fines de 1805 la idea de una posible invasión inglesa ya recorría Buenos Aires. Esta capital sudamericana, con sus 45.000 habitantes, era uno de los puertos más prósperos del Nuevo Mundo (Nueva York, la ciudad más grande por entonces en la América anglosajona, contaba con unos 85.000 habitantes). El virrey Rafael de Sobremonte había solicitado refuerzos militares a España en varias oportunidades. Los cuerpos militares del virreinato habían sufrido muchas bajas en los últimos tiempos, en particular, durante la sublevación indígena liderada por Túpac Amaru. Sin embargo la única respuesta que obtuvo fueron unos cuantos cañones y la sugerencia de armar al pueblo para la defensa. Pero el virrey entendía que darle armas a los criollos, muchos de ellos influenciados por ideas revolucionarias, era una estrategia peligrosa para los intereses de la corona.
El 2 de enero de 1806 arribó al puerto de la Ensenada de Barragán el Bergantín mercante Espíritu Santo, el cual es interrogado por el Alférez Navarro por orden del Capitán de Puerto Santiago de Liniers, de origen francés, al servicio de la corona española. El Capitán del Mercante Francisco Paula de Fernández informa haber avistado una flota británica en Todos Los Santos, Brasil, el pasado diciembre de 1805.[2] Esta flota es parte de la expedición de Sir David Baird que se dirigía a la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza.
Sobremonte recibió esta noticia de que una flota británica se había aprovisionado en el puerto de Bahía, Brasil, y siguiendo las medidas estipuladas por la corona, organizó las escasas tropas virreinales para la defensa del estratégico puerto de Montevideo, el cual poseía suficiente calado para permitir la entrada de buques de guerra, lo que lo convertía en la plaza militar más importante sobre el Río de la Plata.
Liniers recibió la orden de armar una flota para resguardar las costas y asegurar la libre navegación entre Montevideo y Buenos Aires y fue designado comandante del puerto de Ensenada de Barragán, a unos 70 km al sur de Buenos Aires. Liniers había sido enviado al virreinato en 1788 como Capitán de Puerto. Era hermano del Marqués de Liniers, poderoso comerciante francés en Buenos Aires, y ambos pertenecían al grupo de porteños que simpatizaban con Francia.[3] El gobernador de la Plaza de Montevideo convocó a los habitantes y a las milicias para organizar la defensa ante la posible invasión. A dicha convocación acudió Azopardo segundo comandante de la Fragata Corsaria Dromedario. Se le asignó la Lancha Obuse ‘’Invencible Nº4’’, para realizar misiones de vigilancia costera. La tripulación se compuso por parte de la perteneciente a la Dromedario.[4]
[editar] Organización del ejército invasor
El 19 de enero de 1806, el teniente general David Baird volvía a capturar para la Corona Británica la colonia holandesa de Cabo de Buena Esperanza con la misma flota que había causado alarma en el Río de la Plata. Por esos días Napoleón triunfaba en las batallas de Jena y Auerstaedt, lo que consolidaría a Francia como la potencia hegemónica en Europa.
Popham mantenía contacto con comerciantes establecidos en Buenos Aires, entre ellos William White, a quien debía una importante suma de dinero. El 28 de marzo llegó al Cabo desde Buenos Aires el barco negrero Elizabeth que habría traído una carta de White en la que este indicaba que se encontraba en la ciudad un tesoro de más de un millón de pesos provenientes de Potosí listo para ser enviado a España, con el cual Popham podría saldar su deuda. El comodoro intentó persuadir a Baird para que le brindara su apoyo para tomar el Río de la Plata, valiéndose de varios argumentos y asegurando que recibirían el apoyo de la población local, pero el general no accedió.
Baird se encontraba en una posición incómoda, lo que explicaría por qué le otorgó a Popham el Regimiento 71 escocés, uno de los cuerpos más sólidos del ejército del Reino Unido, al mando del teniente coronel Denis Pack, para una misión que no había sido aprobada oficialmente. Por un lado, los gobernadores de colonias remotas tenían el poder de decidir acciones militares de urgencia. Por otro lado, la ley británica establecía porcentajes de los botines de guerra que eran entregados a los participantes, en particular, los militares de alto rango podían recibir importantes sumas. Además, si la expedición partía sin la ayuda de Baird y fracasaba, Popham podría acusar a Baird ante un tribunal de guerra.
El 14 de abril, la flota británica cruzó el Atlántico, en dirección al Río de la Plata. Baird nombró general al coronel William Carr Beresford para que liderase el ataque a Buenos Aires. La escuadra llegó a Santa Elena el 29 de abril, y Popham logró que el gobernador de la isla le prestara 280 soldados para su misión, y envió una carta a Londres, dando a conocer los motivos por los cuales se dirigía a Sudamérica y basó sus argumentos en el memorándum de 1804. Lo que Popham desconocía era que Pitt había muerto recientemente y que en su lugar había asumido William Wyndham Grenville, del partido opositor Whig.
En mayo, Popham envió a la fragata HMS Leda por delante de la escuadra para sondear el río. El 19 de mayo el capitán envió a un oficial y tres marineros con un bote a las costas cerca de Santa Teresa, para que tomasen notas de las costas y la zona, pero son capturados por una partida de milicianos, que los trasladan a Buenos Aires, donde después de tomarles declaración, el virrey no tomó ninguna medida adicional,[5] quizás porque no obtuvo nada del oficial, o este muy probablemente desconociera los detalles del plan (por su rango). Los prisioneros fueron confinados en Las Conchas.
[editar] Conquista británica de Buenos Aires
La flota fue avistada frente a Montevideo el 8 de junio. El 24 de junio Beresford amagó un desembarco en Ensenada, realizando maniobras frente a Punta Lara y abriendo fuego contra las fortificaciones.
Manuel BelgranoEl 25 de junio una fuerza de unos 1.600 hombres al mando de Beresford, entre ellos el Regimiento 71 de Highlanders, desembarcó en las costas de Quilmes sin ser molestados. Recién al día siguiente se dispuso en Buenos Aires marchar hacia ellos, bajo el mando del nuevo Subinspector del Ejército, coronel Pedro de Arze. Cuando se estuvo frente al enemigo, se rompió fuego, aunque la carga posterior de las tropas invasoras forzó a una retirada general de los defensores.
Sobremonte intentó una estrategia de defensa, armando a la población y apostando a sus hombres en la ribera norte del Riachuelo, confiando en poder atacar a los británicos de flanco. Pero el reparto de armas fue un caos, y las tropas no pudieron detener el rápido avance inglés; de modo que el virrey quedó fuera de la ciudad, sin posibilidad de intentar nada.
[editar] La Rendición
El 27 de junio las autoridades virreinales aceptaron la intimación de Beresford y entregaron Buenos Aires a los británicos. En la tarde de este mismo día, las tropas británicas desfilaron por la plaza mayor (la actual Plaza de Mayo) y enarbolaron la bandera del Reino Unido, que permanecería allí por 46 días.
Manuel Belgrano, secretario del Consulado de Buenos Aires (y de todo el virreinato) y Capitán Honorario de Milicias Urbanas, manifestó la necesidad de reubicar el Consulado en el lugar en donde el virrey estuviese y se dirigió ante Beresford a presentar la solicitud. Mientras tanto, los demás miembros del Consulado juraron el reconocimiento a la dominación británica. Belgrano prefirió retirarse "casi fugado", según sus propias palabras, a la banda oriental del Río de la Plata, a vivir en la capilla de Mercedes, dejando en claro su postura al pronunciar su célebre frase: "Queremos al antiguo amo o a ninguno".
El virrey abandonó la capital en la mañana del 27 de junio y se retiró a Córdoba junto con algunos centenares de milicianos que no tardaron en desertar: contrariamente a una persistente leyenda, no llevaba consigo los caudales, ya que los mismos habían sido evacuados dos días antes de acuerdo a un plan trazado el año anterior. Beresford demandó la entrega de los caudales del Estado y advirtió a los comerciantes porteños que en caso contrario retendría las embarcaciones de cabotaje capturadas e impondría contribuciones. El Cabildo no vaciló en enviar una comisión a Sobremonte rogándole entregara el tesoro a un destacamento inglés enviado en persecución del mismo. Éste tesoro fue trasladado a Londres y paseado como trofeo de guerra, antes de ser depositado en un banco.
El 14 de julio, Sobremonte declaró a Córdoba la capital provisoria del virreinato. Asimismo, instó a que se desobedecieran todas las órdenes provenientes de Buenos Aires mientras durara la ocupación. Se dedicó a organizar un ejército con el que reconquistar la capital, pero la tarea tropezó con toda clase de dificultades, y sólo dos meses más tarde estuvo listo.
Los porteños estaban, en general, descontentos con la metrópoli, y por tanto, en un primer momento los británicos fueron recibidos con entusiasmo. Sin embargo, los grupos partidarios de la independencia reconocieron la amenaza latente en la ayuda británica. La ocupación era la excusa perfecta para establecer el dominio que el Reino Unido anhelaba sobre la región. Una de las primeras medidas que tomó Beresford fue decretar la libertad de comercio y de reducción de aranceles. Al darse cuenta de que los ocupantes no tenían otros planes, sino convertir al Plata en una colonia británica, se sumaron a los grupos que preparaban una rebelión.
[editar] La Reconquista de Buenos Aires
Reconstrucción del Cabildo (1940), que domina la Plaza de Mayo como lo hiciera en el tiempo de las invasiones el edificio original, que contaba con seis arcos laterales adicionalesAnte la inmovilidad de las autoridades virreinales, los vecinos de la ciudad, criollos y españoles por igual, comenzaron a armarse para defenderse por sus propias manos. Se organizaron varios grupos clandestinos que planeaban atacar el fuerte, residencia temporal de Beresford, con explosivos caseros. Estos movimientos tuvieron el apoyo de los monopolistas (entre ellos Martín de Álzaga), que se veían severamente perjudicados con el libre comercio decretado por el representante de Jorge III de Inglaterra (y que fuera aprobado por este soberano cuando los británicos ya no gobernaban sobre el Río de la Plata).
El 1 de agosto una guerrilla amparada por el rico comerciante español Martín de Álzaga en los Caseríos de Perdriel, fuera del casco urbano (la actual Chacra Pueyrredón, en el partido de General San Martín),[6] dirigida por el criollo de ascendencia francesa Juan Martín de Pueyrredón, fue derrotada por una fuerza inglesa de 550 hombres. Pero la mayor parte de las tropas quedaron intactas para reconquistar la ciudad.
Plano del movimiento de las fuerzas liberadoras. (Reconquista)Antes de que los rebeldes porteños pudieran llevar a cabo su plan, nuevas tropas arribaron a Buenos Aires: estaban comandadas por Liniers, que había abandonado su posición en Ensenada y cruzado el Plata para organizar las tropas para la reconquista. Desde Montevideo, y con la ayuda de Pascual Ruiz Huidobro, gobernador de esa ciudad, el francés organizó un ejército que partió el 23 de julio para Colonia y el 3 de agosto fue embarcado en una flota de 23 naves hacia Buenos Aires para la reconquista.
Véase también: Unidades militares del Virreinato del Río de la Plata#Primera Invasión Inglesa
Cruzó el Río de la Plata aprovechando una sudestada, tempestad que dejó inmóviles a los buques británicos y en medio de la niebla. Avanzando desde el Tigre (Puerto de las Conchas), se sumaron a este ejército miles de hombres entusiasmados.
Retrato de Santiago de LiniersEl 12 de agosto, Liniers avanzó sobre la ciudad desatando una batalla campal en distintas calles de Buenos Aires, hasta acorralar a los británicos en el Fuerte de la ciudad. También salieron a la calle centenares de voluntarios organizados y entrenados por Álzaga.
Beresford firmó la capitulación el 20 de agosto, en la que se acordaba el intercambio de prisioneros entre ambos bandos. Temiendo un segundo ataque, el Cabildo presionó para que los prisioneros británicos fueran enviados al interior, anulando así los términos de la rendición.
Retomada la ciudad, la Real Audiencia de Buenos Aires asumió el gobierno civil y decidió entregarle la Capitanía General a Liniers. Asimismo, la corona española le agregó el título "La muy fiel y reconquistadora" a la ciudad de Montevideo y en el escudo de dicha ciudad se agregaron banderas británicas caídas, indicando la derrota de los británicos frente a Montevideo.
Popham fue juzgado por una corte marcial británica por haber abandonado su misión en Cabo de Buena Esperanza, pero su castigo se limitó a ser "severamente amonestado". La ciudad de Londres le otorgaría luego una espada de honor por sus esfuerzos por abrir nuevos mercados; la sentencia nunca llegó a afectarlo.
[editar] Las milicias urbanas
Juan Martín de Pueyrredón, líder del primer escuadrón de Húsares, quien sería designado Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la PlataTras la capitulación de Beresford y ante la posibilidad de una nueva invasión, Liniers emitió el 6 de septiembre de 1806 un documento instando al pueblo a organizarse en cuerpos separados según su origen. Este documento contenía una proclama acerca de la creación de diversos cuerpos urbanos y una segunda orden de convocatoria fue emitida el 9 de septiembre. La mayor parte de los hombres adultos se enlistó como miliciano de alguno de los diferentes cuerpos y regimientos que se organizaron. El Comandante General de Armas logró agrupar una fuerza popular a la que se le sumaban las tropas virreinales, de menor tamaño, formando un ejército de infantería, caballería y artilleros:
(...) Vengan, pues, los invencibles cántabros, los intrépidos catalanes, los valientes asturianos y gallegos, los temibles castellanos, andaluces y aragoneses; en una palabra, todos los que llamándose españoles se han hecho dignos de tan glorioso nombre. Vengan, y unidos al esforzado, fiel e inmortal americano, y a los demás habitadores de este suelo, desafiaremos a esas aguerridas huestes enemigas que, no contentas con causar la desolación de las ciudades y los campos del mundo antiguo, amenazan envidiosas invadir las tranquilas y apacibles costas de nuestra feliz América.
[editar] Infantería
Regimiento de Patricios o Legión Patricia, de tres batallones formados por los nacidos en Buenos Aires, mayormente pobres y liderada por Cornelio de Saavedra y que contaba con Manuel Belgrano como sargento mayor.
Cuerpo de Arribeños, comandado por Pío Gana y formado por peones provenientes de las provincias del interior; entre sus oficiales se hallaba Juan Bautista Bustos.
Compañía de Granaderos de Infantería o Provinciales, cuerpo colonial posteriormente denominado Granaderos de Fernando VII, dirigidos por Florencio Terrada.
Tercio de Montañeses, originarios de Cantabria (La Montaña), posteriormente estuvo al mando del coronel Pedro Andrés García.
Tercio de Vizcaínos o de Cántabros de la Amistad, formado por asturianos, vizcaínos y castellanos.
Cazadores Correntinos, bajo el mando de Juan José Fernández Blanco.
Tercio de Gallegos o de Voluntarios Urbanos de Galicia.
Tercio de Andaluces
Tercio de Miñones Catalanes
Cuerpos de Indios, Pardos y Morenos.
Batallón de Naturales
[editar] Caballería
Primer Escuadrón de Húsares, cuyo nombre oficial era "Húsares del Rey", pero más comúnmente conocido como "Húsares de Pueyrredón", en honor a su afamado comandante Juan Martín de Pueyrredón, que participaría luego en la Guerra de Independencia Argentina bajo del nombre Húsares de la Patria.
Segundo Escuadrón de Húsares, conocidos popularmente como "Húsares Infernales" o "Húsares de Vivas", en honor a su primer jefe Lucas Vivas.
Tercer Escuadrón de Húsares o "Húsares de Núñez", por su comandante Pedro Ramón Núñez, también llamados "Húsares Infernales", al igual que al segundo escuadrón.
Cuarto Escuadrón de Húsares o "Carbineros de Herrera", por haber sido su primer jefe Diego de Herrera. Su denominación más comúnmente difundida, (pese a haber sido organizados originalmente como Cuarto Escuadrón), es la de "Cazadores de la Reina".
Quinto Escuadrón de Caballería Ligera, denominado "Carabineros de Carlos IV", cuerpo de caballería al mando de Lucas Fernández.
Sexto Escuadrón de Caballería Ligera, o más comúnmente denominados "Migueletes de Castex", organizados por el abogado de la Real Audiencia Alejo Castex.
Escuadrón de Quinteros y Labradores.
Regimiento de Caballería de Blandengues de la Patria, cuerpos de caballería para la defensa de las fronteras interiores asediadas por los indígenas.
[editar] Artillería
Cuerpo de Voluntarios Patriotas de la Unión.
Compañía de Artillería de Indios, Pardos y Morenos, formada por indios y esclavos.
La creación de estas fuerzas paralelas al ejército regular imperial causó desconfianza en las autoridades españolas dado que la militarización trajo como consecuencia la politización y permitió que los líderes milicianos obtuvieran poder y popularidad dentro de la sociedad rioplatense.
[editar] Bloqueo británico a los puertos del Plata
Tras la capitulación de la Plaza de Buenos Aires, la flota británica continuó en el Río de la Plata a la espera de los refuerzos que había solicitado a Inglaterra.
El comodoro Popham mantenía bloqueado los puertos de Buenos Aires, Montevideo y Maldonado, y por tal motivo, Liniers emitió una patente de corso a favor de Juan Bautista Azopardo, quien alistó la goleta Mosca de Buenos Aires. Esta patente le permitía ejercer el corso en el área del Río de la Plata a la vez que tenía encomendada la vigilancia de la escuadra enemiga y la notificación de cualquier desembarco.
En una de las salidas de la Mosca, el bergantín HMS Protector y una goleta británica no identificada a la fecha, entablaron combate con la nave corsaria. Dada la inferioridad de fuego, Azopardo decidió fijar rumbo a la costa sur del río con dirección a Quilmes, donde quedó varado intentando salvar el navío. Los británicos aprovecharon la oportunidad para asaltar al corsario desembarcando cuatro embarcaciones livianas que izaron Bandera Negra. La primera barca fue capturada con un oficial y cinco marineros, mientras que las tres restantes regresaron a los buques, que estaban fondeados fuera del alcance de los cañones de la Mosca.
Azopardo organizó en tierra una posición defensiva ante un posible contragolpe británico. Cuando volvió la crecida, volvieron a balizas. Los prisioneros fueron remitidos a Buenos Aires y las bajas totales del navío corsario computaron tres marinos.[7]
[editar] Invasión a la Banda Oriental
Artículo principal: Segunda invasión inglesa al Río de la Plata
En julio de 1806, el almirante Sir Charles Stirling, que había participado de la Batalla del Cabo Finisterre, fue designado comandante del navío HMS Sampson con la orden de transportar las tropas del general Samuel Auchmuty a Buenos Aires para brindar soporte a Popham. Recién el 22 de septiembre, el gobierno británico resolvió por primera vez la conquista de Montevideo y de Buenos Aires. Pocos días después, arribó a Londres el botín obtenido durante la primera invasión, que fue paseado en carretas por la ciudad y festejado por sus habitantes.
Mientras tanto, Popham merodeaba las costas del Plata en espera de refuerzos. Finalmente en el mes de octubre, llegaron al comando del teniente coronel Backhome los 1.400 hombres del regimiento 47 de infantería, provenientes del Cabo de Buena Esperanza. Tras un leve bombardeo a Montevideo, Popham decidió atacar Maldonado. Esta población contaba con escasas fortificaciones y tan sólo unos 250 hombres, destinados al resguardo de lo que por entonces era la frontera entre los dominios españoles y portugueses. El 29 de octubre, los británicos desembarcaron en Maldonado y en la isla Gorriti y al cabo de 3 días tomaron control de ambos enclaves. Los soldados españoles que resistieron este ataque fueron apresados y reclutados a la Isla de Lobos. Mientras tanto, los soldados británicos saquearon Maldonado y apresaron a sus habitantes. El coronel Vasall fue nombrado gobernador, quien liberó a la población cautiva y devolvió al pueblo algunos de los objetos robados durante el saqueo inicial. Las tropas británicas tuvieron que enfrentar en varias oportunidades a las fuerzas enviadas desde la capital de la banda oriental.
La población de San Carlos, cercana a Maldonado, recibió el reconocimiento del Rey Fernando VII por su acción de resistencia a los embates británicos, y la nombró "la muy fiel y Reconquistadora villa de San Carlos", título que luce como blasón en su escudo de armas.
Artículo principal: Sitio de Montevideo (1807)
El 5 de enero de 1807, Auchmuty llegó al Río de la Plata con una expedición oficial de 4.300 hombres. Por entonces, Sobremonte había llegado a Montevideo con una fuerza de caballería de 2.500 cordobeses. Sin embargo, el Cabildo de esta ciudad impidió la entrada del virrey y puso en manos de Ruiz Huidobro la defensa. El 14 de enero se apostó frente a Montevideo una escuadra británica de 100 velas repletas de manufacturas británicas y que ahora contaba con casi 6.000 hombres al mando del vicealmirante Stirling (que venía a reemplazar a Popham). El 16 de enero, Auchmuty desembarcó a 10 kilómetros de Montevideo, muy cerca del sitio en el que se apostaba la fuerza de Sobremonte, quien luego de pedir fuerzas a la plaza abandonó la batalla.
Muralla de Colonia del Sacramento (Uruguay)Ruiz Huidobro contaba con una guarnición de tan sólo 3.000 hombres que salieron a resistir el ataque de manera desorganizada mientras el gobernador solicitaba el auxilio de Buenos Aires. El 2 de febrero los británicos lograron abrir una brecha a través del portón de San Juan, una de las dos puertas de acceso a la ciudad. A partir de entonces, la población participó activamente en la defensa de la plaza, y se produjeron numerosas bajas. Finalmente el 3 de febrero, la operación conjunta de infantería y de marina británica logró ocupar la ciudad. Liniers había decidido cruzar el río con unos 3.000 milicianos cuando ya era tarde, por lo que debió volver a Buenos Aires.
Auchmuty ordenó la creación del periódico The Southern Star o La Estrella del Sud para que se distribuyera en Montevideo y también en Buenos Aires, no sólo con el fin de transmitir noticias sino también de servir de medio de comunicación de artículos propagandísticos en favor de la ocupación.
Temiendo que las fuerzas españolas llegaran a Montevideo vía Colonia del Sacramento, Auchmuty encargó al coronel Denis Pack la toma de aquel pueblo fortificado, de unos 2.800 habitantes. Pack ocupó esta plaza, prácticamente sin oposición en el mes de marzo. Al tomar conocimiento de estos hechos, Liniers envió al recién llegado de España coronel Francisco Javier de Elío a recuperar Colonia. Elío tomó por sorpresa a las fuerzas de Pack el 22 de abril, pero el ataque fue rechazado y la flota de Elío se retiró y sentó campamento cerca de la desembocadura del arroyo San Pedro. Pack pidió refuerzos a Montevideo y atacó el campamento de Elío el 7 de junio. Los españoles sufrieron unas 120 bajas y la mayoría de los hombres se dispersaron. Elío se vio forzado a regresar a Buenos Aires.
Durante los meses de ocupación, a pesar de los esfuerzos del Consulado, las mercaderías británicas comenzaron a contrabandearse libremente desde Montevideo. Las mercaderías llegaban a Buenos Aires vía Quilmes y Ensenada, a Santa Fe por el Río Paraná y de allí hacia todo el virreinato. También por tierra y por mar los productos británicos llegaban al Brasil. La Audiencia intentó persuadir a los contrabandistas imponiendo duras penas, que nunca fueron llevadas a la práctica. Los mismos comerciantes montevideanos pidieron al virrey que la ciudad no fuera sitiada para favorecer el intercambio comercial.
[editar] Segunda Invasión a Buenos Aires
[editar] Destitución de Sobremonte y fuga de Beresford
El 5 de febrero llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de Montevideo. Al conocerse la actuación del virrey, se avivaron las protestas públicas y las pintadas en contra del representante de la Corona. El 10 de febrero se convocó a cabildo abierto que, reunido como Junta de Guerra, presionó a la Real Audiencia y decretó en un hecho sin precedentes, la destitución del Virrey Sobremonte, su detención, y la designación de Liniers en su lugar. Las autoridades españolas entendieron que lo ocurrido en Buenos Aires podía servir de ejemplo para los vasallos del resto de los virreinatos americanos. Para evitar que trascendiera el hecho de que por voluntad del pueblo se había destituido a un virrey, la Audiencia enmarcó los hechos dentro del ámbito jurídico colonial, comunicando que Sobremonte había renunciado al cargo por cuestiones de salud.
Asimismo, la Junta ordenó el envío de Beresford (preso en Luján) a Catamarca ya que éste mantenía contacto con grupos criollos promotores de la ideas independentistas. Sin embargo, los oficiales que trasladaban a Beresford fueron interceptados en las cercanías de Arrecifes por un grupo de criollos, entre ellos Saturnino Rodríguez Peña y Manuel Aniceto Padilla, que lograron que el jefe inglés les fuera entregado. Los criollos mantuvieron oculto al general inglés hasta que fue clandestinamente embarcado en el puerto de Buenos Aires el navío HMS Charwell enviado desde Montevideo con mensajes para las autoridades. El objetivo de esta misión era negociar la rendición de Buenos Aires para evitar una batalla sangrienta. Sin haber llegado a un acuerdo, Beresford rechazó la oferta de comandar la expedición a la capital virreinal y se embarcó hacia Londres. Este general ocuparía la isla Madeira ese mismo año y se convertiría en su gobernador. Más adelante tendría un papel prominente en la Guerra de la Independencia Española.
[editar] El avance inglés
John Whitelocke, retrato publicado en 1808En los primeros días del mes de marzo, el HMS Thisbe partió de Inglaterra hacia Montevideo con el teniente general John Whitelocke, nombrado comandante de las fuerzas británicas en el Río de la Plata, con la orden del gobierno británico de capturar Buenos Aires.
Whitelocke llegó a Montevideo el 10 de mayo y tomó el comando general. Poco tiempo después, la flota al mando del general Robert Craufurd llegó desde El Cabo con 5.000 hombres. El 17 de junio el formidable ejército de Whitelocke, compuesto de unos 11.000 hombres, partió rumbo a Colonia. El 28 de junio los británicos desembarcaron en Ensenada y luego de desbaratar a una fuerza local muy inferior en número, sitiaron la capital el 4 de julio.
Mientras tanto, había llegado al virreinato la resolución de la corte española declarando a Ruiz Huidobro virrey interino. Sin embargo, el gobernador había sido embarcado hacia Londres luego de la caída de Montevideo. Por lo tanto, Liniers, siendo el militar de mayor rango presente fue nombrado en reemplazo de Huidobro por la Audiencia.
El ejército británico avanzó con dificultades los 50 kilómetros que separaban el lugar escogido para el desembarco y la capital. El ejército del flamante virrey interceptó el primer avance del enemigo cerca de Miserere, pero la brigada de la vanguardia comandada por Craufurd logró dividir y hacer retroceder a los hombres de Liniers en un breve combate. Al caer la noche, el combate cesó y muchos milicianos se retiraron a sus casas.
Parecía que todo estaba perdido, pero Whitelocke decidió esperar; suspendió el avance de Craufurd hacia la ciudad y exigió rendición inmediata. Les dio a los porteños tres días, que los criollos utilizaron para organizarse militarmente.
[editar] Asalto y Defensa de Buenos Aires
El alcalde de Buenos Aires, Martín de Álzaga ordenó montar barricadas, pozos y trincheras en las diferentes calles de la ciudad por las que el enemigo podría ingresar. Reunió todo tipo de armamento, y continuó los trabajos en las calles bajo la luz de miles de velas.
En la mañana del 5 de julio, la totalidad del ejército británico volvió a reunirse en Miserere. Confiado de la supremacía de su ejército, Whitelocke dio la orden de ingresar a la ciudad en 12 columnas, que se dirigirían separadamente hacia el fuerte y Retiro por distintas calles. En un alarde innecesario, llevaban orden de no disparar sus armas hasta llegar a la Plaza de la Victoria.[cita requerida]
Sin embargo, los invasores se enfrentaban a una Buenos Aires muy diferente al que se había rendido ante Beresford. Según cuenta la tradición popular, los vecinos arrojaron piedras y aceite hirviendo sobre las cabezas de los invasores. Lo cierto es que Liniers y Álzaga habían logrado reunir un ejército de 9.000 milicianos, apostados en distintos puntos de la ciudad. El avance de las columnas se vio severamente entorpecido por las defensas montadas, el fuego permanente desde el interior de las casas y desinteligencias y malos entendidos entre los comandantes británicos. Whitelocke vio como sus hombres eran embestidos en cada esquina. Mediante la lucha callejera, los vecinos de Buenos Aires superaron la disciplina de las tropas británicas. Tras una encarnizada lucha, Whitelocke perdió más de la mitad de sus hombres entre bajas y prisioneros.
Cuando la mayoría de las columnas habían caído, Liniers exigió la rendición. Craufurd, atrincherado en la iglesia de Santo Domingo, rechazó la oferta y la lucha se extendió hasta pasadas las tres de la tarde. Whitelocke recibió las condiciones de la capitulación hacia las seis de la tarde ese mismo día.
El 7 de julio, el general inglés comunicó la aceptación de la capitulación propuesta por Liniers y a la cual - por exigencia de Álzaga - se le había añadido un plazo de dos meses para abandonar Montevideo. Las tropas británicas se retiraron de Buenos Aires; abandonarían la banda oriental recién el 9 de septiembre.
De regreso al Reino Unido, una corte marcial encontró a Whitelocke culpable de todos los cargos excepto uno y fue removido de su función, al declarársele incapaz de servir a la Corona inglesa. Uno de los factores determinantes para esta decisión, fue el hecho que el general hubiera aceptado la devolución de Montevideo dentro de los términos de la rendición.
Los cuerpos de los caídos de ambos bandos durante las invasiones inglesas a Buenos Aires aún no han sido hallados.[8]
[editar] Testimonios británicos del combate
Los siguientes son testimonios de los combates sostenidos en las calles de Buenos Aires, realizados por jefes británicos que intervinieron en la lucha.
Avancé con los rifleros hasta el costado oeste del edificio del Colegio de los Jesuitas,[9] sin sufrir pérdidas considerables, cuando, al adelantar el cañón liviano para abrir una brecha en la entrada principal del edificio, el enemigo apareció de repente en gran número en algunas ventanas, en la azotea de aquel edificio y desde las barracas del lado opuesto de la calle y desde el extremo de la misma. En un momento, la totalidad de la compañía de vanguardia de mi columna, y algunos artilleros y caballos fueron muertos o heridos...
Teniente coronel Henry Cadogan.[10]
Antes de que me hubiese escasamente aproximado a la Iglesia de San Francisco, ya había perdido bajo el fuego de un enemigo invisible, y ciertamente inatacable para nosotros, los oficiales y la casi totalidad de los hombres que componían la fracción de vanguardia, formada por voluntarios de distintas compañías, los oficiales y casi la mitad de la compañía siguiente, y así en proporción en las otras compañías que componían mi columna...
Teniente coronel Denis Pack[10]
No bien alcanzamos la entrada de la iglesia de San Miguel, el enemigo comenzó un terrible fuego desde las casas opuestas. Habiendo perdido unos treinta hombres en esta entrada, y comprendiendo que era imposible forzar las puertas de la iglesia con las herramientas que me habían entregado, juzgué prudente desistir y penetrar más en la ciudad esperando encontrar una posición más ventajosa. Al abandonar la entrada de la iglesia fuimos castigados con un fuego continuado. Después penetré en la ciudad hasta que juzgué que me hallaba cerca de la fortaleza. Viendo que había perdido tanta gente en la calle, que los cuatro oficiales de granaderos estaban heridos, que el mayor, el ayudante y el cirujano auxiliar habían sido muertos, y que había perdido, entre muertos y heridos, de ochenta a cien soldados de mi débil columna, doblé a la izquierda y busqué refugio ocupando tres casas...
Teniente coronel Alexander Duff[10]
[editar] Edición de "The Times" sobre las invasiones
Los partes oficiales de la capitulación de Whitelocke en Buenos Aires, dando cuenta del fracaso de la segunda Invasión, llegaron a Gran Bretaña el 11 de setiembre de 1807, y fueron dados a publicidad por el diario The Times, de Londres en el artículo Evacuación de Sudamérica. Se reproducen aquí algunos párrafos principales:
"El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde la guerra revolucionaria, fueron publicados ayer en un número extraordinario...”. "El ataque de acuerdo al plan preestablecido, se llevó a cabo el 5 de julio, y los resultados fueron los previsibles. Las columnas se encontraron con una resistencia decidida. En cada calle, desde cada casa, la oposición fue tan resuelta y gallarda como se han dado pocos casos en la historia. La consecuencia fue que el plan de operaciones se frustró”
”El comandante en jefe parece haber estado en la más perfecta ignorancia tanto acerca de la naturaleza del país que debía atravesar, como sobre el monto y el carácter de la resistencia que debía esperar. Con el propósito, suponemos, de evitar un encuentro molesto desembarca a treinta millas del lugar donde debía operar, prosigue su marcha a través de un recorrido lleno de pantanos, cortado por riachuelos y finalmente, con un ejército jadeante y exhausto se asienta frente a una plaza fortificada enteramente, en la cual según el tenor de su despacho, «llovían sobre él metrallas desde todas las esquinas y desde los techos de todas las casas, mosquetazos, granadas de mano, ladrillazos y piedras»”
”Este ha sido un asunto desgraciado de principio a fin. Los intereses de la nación, así como su prestigio militar, han sido seriamente afectados. El plan original era malo, y mala la ejecución. No hubo nada de honorable o digno de él; nada a la altura de los recursos o el prestigio de la nación. Fue una empresa sucia y sórdida...”
”¿Cómo podría esperarse que estuvieran con nosotros las manos o los corazones del pueblo, si los primeros que ocuparon la ciudad se mostraron menos ansiosos de conciliarse con los habitantes que de colocar fuera de peligro el botín obtenido? Había un vicio radical en el plan original, que ninguna empresa posterior pudo remediar. Si los desautorizados promotores del primer desembarco hubieran dispuesto de una fuerza igual a la que ha sido ahora expulsada de Buenos Aires, el país podría estar en este momento en nuestras manos”.
The Times, 14 de setiembre de 1807, pág 3.[11]
[editar] Consecuencias
El Imperio español retuvo la posesión del Virreinato del Río de la Plata gracias a la acción de grupos de milicias voluntarias urbanas. La voluntad del pueblo jugó un papel sin precedentes en la destitución de un virrey y el nombramiento de su sucesor. La resistencia del pueblo y su participación activa en la defensa y la reconquista, junto con la puesta en evidencia de la incapacidad de la metrópoli de defender sus colonias, convierten a estos eventos en catalizadores del camino hacia la independencia de los territorios sudamericanos bajo dominio español.
Es importante entender la posición de Sobremonte, quien sería recordado por los porteños como un funcionario inepto y cobarde. El virrey estaba al tanto de la existencia de grupos independentistas en Buenos Aires. También era consciente de la vulnerabilidad del Río de la Plata, ya que en numerosas ocasiones había solicitado refuerzos a España. Por otro lado, entendía que armar al pueblo para la defensa implicaba la entrega de poder a los criollos.[12] La huida a Córdoba con el tesoro, puede considerarse una estrategia apropiada, dado que era eso mismo lo que Popham había ido a buscar. Sin embargo, debido a la presión de los representantes del Cabildo, en su mayoría comerciantes acaudalados, Sobremonte se vio forzado a entregar los fondos públicos a Beresford.[13] De regreso a España, el marqués compareció ante un consejo de guerra celebrado en Cádiz en 1813 que lo absolvió de todos los cargos. Además, recibió el pago de sus sueldos atrasados, fue ascendido a mariscal de campo y nombrado consejero de Indias.[14] Beresford regresó a Inglaterra y fue recibido con toda la pompa. Desembarcó con una carreta colmada de tesoros y la trasladó directo al Banco de Inglaterra entre los vítores del pueblo, las autoridades y los grandes comerciantes. Lo que se considera como forzoso la entrega de los fondos por parte de Sobremonte, los ingleses lo consideran un pago del Virreinato del Río de la Plata por el derecho de la implementación del libre comercio. Evidentemente hay un doble mensaje en la historia de las Invasiones Inglesas, que es necesario esclarecer.
[editar] Intento de una tercera intervención militar
Los comerciantes británicos continuaron desesperados por el bloqueo de Bonaparte y aunque el fracaso del ataque de Whitelocke a Buenos Aires desanimó a los dirigentes británicos, el gobierno de Londres reinició la idea de una intervención militar a América. Esta vez planeaba presentarse como libertador y no como conquistador, para así obtener el beneplácito de los criollos.
El general Arthur Wellesley tomó a su cargo esta nueva acción, asesorado por Francisco Miranda. Wellesley tuvo la idea de crear en América una monarquía constitucional, con dos cámaras como en Gran Bretaña, donde los integrantes de la Cámara Baja serían elegidos por los Cabildos y terratenientes. Las demás instituciones coloniales españolas serían en principio conservadas.
Las tropas destinadas a América se comenzaron a preparar en el puerto irlandés de Cork, a fines de 1807. El plan consistía en enviar al Río de La Plata, con fecha de desembarco en junio de 1808, una fuerza con 10.077 soldados y llevar armamento tanto para las tropas británicas como para un ejército criollo que se pensaba constituir al llegar. También se enviaría una expedición militar a México.
Pero al producirse el levantamiento del pueblo de Madrid contra los franceses el 2 de mayo de 1808, Wellesley ordena a las tropas en Cork, ser conducidas a Portugal con el objetivo de ir a brindar apoyo a la insurrección, desembarcando en ese país el 1 de agosto de ese año.
De esta manera se diluyó el nuevo intento de una intervención militar.
Sacado de www.wikipedia.com
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